Pero una mañana, el desagüe amaneció taponado por una enorme sandía
¡Qué tragedia! Era una fruta tan grande que ni el escarabajo más grande, ni los
cinco escarabajos más grandes, ni siquiera todos los escarabajos juntos,
pudieron apartarla de allí.
Los insectos más fuertes pusieron toda su energía en la tarea, pero no
consiguieron nada. Los más listos aplicaron su inteligencia a encontrar
soluciones, y tampoco tuvieron éxito. Finalmente, los más sabios comenzaron a
organizar la huida.
Y en medio de tantas penas, una ridícula hormiga extranjera se atrevió
a decir que si le dejaban llevarse la sandía ¡Qué graciosilla!
Hicieron falta muchos insectos para calmar a los escarabajos e impedir
que aplastaran a la chistosa hormiguita. Pero resultó que la hormiga no estaba
bromeando, porque al final del día apareció acompañada por miles y miles de
compañeras. Y en perfecto orden, cada una se acercó a la sandía, mordió su
trocito, y se lo llevó por donde había venido.
- ¡Pero si así no avanzáis nada! - le dijo un saltamontes a una hormiga
que paró un segundo a descansar -. La sandía está igual ahora que antes de
tomaras tu trocito.
- ¿Segurrrro? Humm...- respondió con un extraño acento, como si nunca
lo hubiera pensado. Y, sin darle más importancia, retomó su marcha.
Pero algo debió hacer aquel trocito, porque solo unos días después no
quedaba ni rastro de la gran sandía. Y desde entonces, muchas de las tareas más
pesadas en la Gran Bañera se convirtieron en pequeñas, diminutas tareas, que se
hacían mejor poquito a poco.